Falló la justicia

Michael Rotondo tiene 30 años y es padre de un hijo pequeño. También vive lejos de nuestro país y hace poco tiempo se supo de él porque sus padres solicitaron la intervención de la justicia para que lo obligara a dejar la casa paterna. El juez del caso falló a favor de sus progenitores y Michael tuvo que partir y comenzar con la construcción de su propio «nido».

«Acaso el propio Christoph Haizmann no era más que un pobre diablo sin suerte, acaso era torpe o poco dotado para mantenerse a sí mismo, y se contaba entre aquellos tipos notorios como «eternos lactantes» que no pueden desasirse de la situación beatífica junto al pecho materno y durante toda la vida se aferran a la pretensión de ser mantenidos por algún otro».

Sigmund Freud

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La adolescencia es un período de tránsito entre la infancia y la adultez. Un período que no remite solamente al tiempo cronológico sino sobretodo a un tiempo psíquico. La adolescencia es un tiempo de elaboración, pérdidas y conquistas, un tiempo convulsionado que necesita de los adultos para que el tránsito por el puente que lleva de «tierra infancia» a «tierra adultez» pueda concretarse.

El tiempo de la infancia, siempre que todo haya andado más o menos bien, es aquel en que los padres son lo máximo, aquel en que generalmente todo lo saben y solucionan. Es esa época dorada en que siendo heredero (príncipe) en el reino de papá y mamá muchas cosas las solucionaba él, ella o ambos.

Pero la biología es la biología y a los 11 años aproximadamente el cuerpo de un/a niño/a comienza a ser copado por una llamarada hormonal. Chau chau «tierra infancia». Es el inicio del tránsito por el puente. Es la pubertad que entra en escena y el inicio de un proceso en el cual el niño verá como su cuerpo se transforma (¿será por eso que las películas de vampiros le gustan tanto a los adolescentes?). Es el advenimiento de un cuerpo sexuado, maduro, apto para procrear. Tal vez es un poco fuerte pero se me vino a la mente la frase «… como mono con escopeta».

El adolescente tiene que enfrentar duelos de relevancia una vez que comienza a dejar «tierra infancia» y comienza a caminar por el puente que lo llevará, si todo anda bien, a «tierra adultez».

Tendrá que duelar la pérdida de su cuerpo infantil e irse acostumbrando progresivamente a ese nuevo cuerpo que su cabecita aún no puede llenar. De ahí que muchos adolescentes se tropiezan o golpean sin proponérselo. Es un ser que aún está aprendiendo a controlar su nuevo cuerpo. El cuerpo va adelente y la mente lo corre de atrás. También tendrá que elaborar la pérdida de los padres infantiles. Sobre sus padres comenzará a tener una nueva mirada y ya no serán esos reyes que todo lo sabían y solucionaban. Comenzará a ver a sus padres más humanos. Y eso duele, no es gratis.

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No será menor también la pérdida del rol infantil, en el sentido de lo que pasa con los otros que lo rodean, que en general le hablarán como si fuera más grande de lo que es. Los otros le hablarán a alguien cuyo cuerpo creció pero su psiquismo aún permanece, en muchos sentidos, en las coordenadas de la infancia.

Además del empuje puberal (perspectiva biológica) existe una perspectiva social y otra psicológica. Socialmente hablando, el joven que comienza su tránsito en «tierra infancia» (dependiente emocional y materialmente) no tiene asegurada su llegada a «tierra adultez», donde construirá su propio nido, en el que forjará su independencia, mejor dicho interdependencia, material y afectiva. Fundamentalmente en estos tiempos que vivimos el papel de los adultos es crucial.

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Para imaginar el camino que va desde el fin de la infancia hasta las puertas de la adultez, además de un puente que se va construyendo (haciendo camino al andar), pienso en una pista para aviones y en el púber como ese avión que en la cabecera acelera y va tomando velocidad hasta levantar vuelo. Del nido (aeropuerto) al vuelo propio.

La perspectiva psicológica es crucial a la hora de comprender qué le pasa a un adolescente. En pocas palabras, el adolescente es un ser en el medio de una tormenta, un ser en estado de rebeldía, angustia y tristeza. Y lo normal, si cabe el término, es que sea así.

Ahora bien, esta transformación también está acompañada de un impulso creador y transformador de inusuales características. Piense en ese avión que acelera, lleno de potencia, por la pista y que necesita mantenerse alineado para poder tomar vuelo. Las líneas-guía de la pista y las luces que indican los límites entre asfalto y pasto somos los adultos (padres, educadores, otros), a quienes los jóvenes necesitan para continuar construyéndose y tomar confianza y seguridad. Ya lo decía la marca de neumáticos…

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Ahora, el partido se complica si el control o el regulador de la potencia no está disponible, en ese camino que lleva de una «tierra a otra» o que lleva al púber «avión» a levantar vuelo. O en otras palabras, qué pasa si el joven no encuentra adultos que lo vayan acompañando en ese tránsito, ya sea porque ellos mismos están débiles/frágiles o porque muchos quieren pegar la vuelta desde «tierra adultez» a la pista de aterrizaje, a la adolescencia, ese tiempo en que no sos niño ni sos adulto.

No es un tema menor cómo actualmente se exalta la juventud como un ideal. Envejecer y el paso de los años viene siendo desde hace un buen tiempo sinónimo de mala palabra, como si no permanecer jóvenes, bellos y flacos fuera malo. A eso hay que sumarle el imperativo de la felicidad, que casi como un mandato pareciera obligarnos a sentirnos felices a cualquier precio. La adolescencia pareciera haberse convertido en un modelo para el adulto.

Con este marco de fondo, a veces a algunos adolescentes les cuesta encontrar en sus adultos referentes a esa figura que pone orden, que está ahí para guiar, para ayudar a pensar y muchas otra veces para decir simplemente no. Así como en la infancia, con mucha mayor frecuencia, el no era estructurante (hay cosas que se pueden y otras que no), también en la adolescencia será necesario algún que otro límite. Primero banda elástica (deliberación – ayudar a pensar/reflexionar) y cuando sea necesario alambre de púa (no).

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El grupo de pares durante el tiempo adolescente será la compañía ineludible. Tras ir abandonando el núcleo, el nido familiar, el joven no volará solo, sino que lo hará en bandada. Actitudes, peinados y vestimenta caracterizarán a ese grupo y allí el adolescente se sentirá parte de algo, que ya no será el hogar parental.

Armar y amar el propio nido, así como un proyecto propio es un camino que requiere paciencia y persistencia, conceptos que no abundan en lo que vemos asiduamente en la pantalla del dispositivo electrónico de turno. Por algún lado leí hace poco que «los adolescentes son el reflejo de nuestra sociedad», es decir que sus actos hablan de nosotros, los adultos. No hay mucho misterio: la adolescencia es un tiempo turbulento tanto para el joven como para los adultos que lo acompañan.

La capacidad para estar conectado afectivamente con el adolescente, a pesar de sus turbulencias, estará directamente relacionada con el propio equilibrio del adulto, pues éste acompañará ese tránsito según como haya vivido también él su propia adolescencia. Difícil acompañar a un adolescente, ofreciéndose como guía, sostén y límite, cuando el adulto aún no se siente dueño de su propio «aeropuerto», no ha podido armar su propio nido o este esté aún endeble y frágil.

Tal vez, llegados a este punto, cabe preguntarse qué pasó en la casa de los Rotondo, qué sembró esa pareja durante muchos años para terminar acudiendo a la justicia para que intervenga y ordene que su hijo deje el nido. ¿Tal vez, en su momento, no pudieron registrar los vaivenes afectivos, los estados de desesperación y las demandas de amor de su hijo? ¿O quizás el nido, el aeropuerto, el puente, era tan calentito que no invitó a Michael a volar fuera en procura de otras conquistas?

Aunque nos lo imaginemos, no sabemos qué fue lo que sucedió en esa casa. Somos historia de vínculos: estamos hechos de los vínculos significativos que, «gotita a gotita» y/o por «tsunami», internalizamos . La familia Rotondo vive en EEUU, pero su situación podría ser el caso de cualquier otra que esté criando hijos, tanto niños como adolescentes.

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7 comentarios sobre “Falló la justicia

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