Ataques de pánico

¿Cómo se ve el ataque de pánico?

Suele decirse que el ataque de pánico se presenta como un relámpago, y de hecho la impresión subjetiva suele ser esa: sin motivo alguno, al realizar una actividad conocida y repetida en otros momentos, uno se siente invadido por una inquietud que crece hasta hacerse incontrolable, adueñándose de todo nuestro ser.

En realidad, sin embargo, el pánico tiene una larga preparación, tiene raíces lejanas. Súbitamente sale, después de haber hecho un largo recorrido en el inconsciente.

A diferencia de la angustia, que pone al sujeto en aprensión por la expectativa de algo indeterminado y catastrófico, el pánico es la irrupción en el presente de ese sentimiento, donde parece que ya no puede apelar a nada.

¿Qué hacer?

El sujeto entonces se siente en estado de emergencia, busca un interruptor para detener las sensaciones que lo invaden, intenta volver a ser como antes.

Por supuesto, debemos responder a la emergencia y detener la situación de crisis. Sin embargo, el fenómeno se nutre de una energía que si golpea al sujeto de forma desordenada se convierte en pánico, pero que puede canalizarse de forma diferente y positiva. El trabajo terapéutico ayuda en este sentido de la manera más eficaz. Por ponerlo en una imagen, no se trata de volver a meter la pasta de dientes en el tubo, sino de que lo que ha salido, en lugar de ensuciar, encuentre su mejor uso.

Orígenes

El pánico puede surgir de muchas situaciones. Puede emerger en una personalidad que ya es ansiosa en sí misma, dominada por una tensión constante. Puede ser la respuesta subjetiva a un entorno aprensivo o agresivo. Puede ser el fracaso ante un exceso de responsabilidad que asume la persona.

Lo importante es explorar la configuración subjetiva para extraer de ella los recursos que permitan transformar una situación cerrada y problemática en una oportunidad que permita la apertura a nuevas posibilidades.