Iceberg 16

El 2021 llega a su fin y así un año más, el segundo, con el Covid-19 entre nosotros. En nuestros calendarios, una nueva vuelta al sol nos dice que en breve estaremos caminando en un nuevo año que auguramos ofrezca más certezas y menos volatilidad. El 2020 y este que termina quedarán marcados como un tiempo de quiebre, de inflexión y también de crisis. Porque no han sido meses fáciles sino desafiantes, puesto que las cotidianeidades de todos se han visto afectadas por este imprevisto que llegó para jaquear las certezas en que habitábamos.

Si el 2020 fue el año de la sorpresa y el confinamiento y este 2021 que se va el de la vacunación, la nueva normalidad y la convivencia con las diversas cepas del virus, la pregunta que se cierne sobre cada uno de nosotros es que acontecerá en el año que en breve inicia. Tal vez la pregunta correcta, más allá de lo que suceda, es cómo reaccionaremos a los acontecimientos, qué haremos con lo que se presente, cómo jugaremos las cartas que nos tocaron para sortear este momento tan inédito como retador.

Para llevar a buen puerto esto último resultará de capital importancia conservar y alentar la reflexión singular, así como la capacidad para sentir y pensar por nosotros mismos. En tiempos de crisis, complejos como los actuales, las soluciones mágicas y fáciles están más que nunca a la orden del día, tal vez como siempre han estado en cualquier momento. El asunto es que este es uno más movido que los anteriores, por lo cual las reverencias ciegas anulan el pensamiento singular y dejan de lado la tan necesaria capacidad para dudar, criticar y desobedecer. El conflicto claro que nos duele, pero también nos hace humanos y sobre todo con la capacidad para encontrar más luz en una parte del camino.

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