Modo espuma

Me gusta mucho la metáfora de la coca-cola y el envase, en el sentido de que a veces uno puede tener una cosa y no tener la otra, considerando el mejor de los casos aquel en que se tienen ambas. Viene a cuento esta metáfora para pensar los vínculos y el sentido de vivir y morir en los tiempos actuales. Ya me explico.

En varios posts anteriores me he referido a las transformaciones que se vienen produciendo en diversos ámbitos de la sociedad, especialmente la occidental. Afirmo esto habida cuenta las realidades que atraviesan otros países del planeta, como por ejemplo Arabia Saudita, donde desde hace pocas semanas las mujeres recién pueden conducir autos; o Irán, donde las mujeres tienen múltiples restricciones; o Rusia, donde vivir la homosexualidad no acontece con la naturalidad que pasa en otras latitudes, como por ejemplo en nuestro Uruguay. Como para ir a cualquiera de estos lugares a hablar sobre el ocaso del patriarcado !!

Estamos inmersos en la transición del mundo calesita al mundo dificultades-neoclasicas-debajo-de-la-alfombra_ii.jpgrock & samba, así como de bucear a surfear. Queda poca alfombra donde barrer la mugre y de hecho la intimidad de antes (los trapos sucios se lavan en casa / el diario íntimo) se ha convertido en el espectáculo de hoy; piense por favor en los programas de chimentos donde se debate sobre haceres y dimes y diretes de los famosos de turno. Estar visible en la pantalla, estar on-line, es la nueva moda. Tal vez la pregunta del millón tenga que ver con cómo nos va con nuestras vidas off-line… ¿será inversamente proporcional la atención que le dedicamos a atender lo que otros hacen/dicen a la calidad y profundidad de nuestra vida y relaciones? O en otras palabras: ¿cuanto más se le presta atención a la vida de los otros, menos vida tiene (vive) uno? Creo que por lo menos da para pensarlo.

Al ritmo de estos cambios sociales impulsados y dinamizados por los avances tecnológicos, también asistimos a la mutación respecto a lo prohibido y a los tabúes. Actualmente, lo obsceno, repugnante y de mal gusto como objeto de reflexión y discusión ya no es el sexo sino la muerte. Es el nuevo gran tema para barrer debajo de la alfombra.

Philippe Aries escribió a mediados de los años ’70 del siglo pasado un libro llamado «Historia de la muerte en Occidente». A grandes rasgos relata las diferencias respecto a cómo experimentaban la muerte nuestros antepasa9788495359179.jpgdos y cómo la vivimos hoy. Hasta el siglo XIX, aproximadamente, la muerte era parte del proceso natural de la vida. Previo a los grandes procesos de urbanización que movilizó la revolución industrial en los siglos XVIII y XIX, las sociedades eran rurales y sus ritmos estaban ligados a la naturaleza. Así como el sol salía y llegaba a su cenit, también se iba poniendo y se ocultaba. Los sujetos de esa época se vivían como seres biológicos y no como máquinas reparables. Morirse era parte del negocio y su acontecimiento un hecho doloroso así como vivido naturalmente y en consecuencia integrado a la vida de la familia y la comunidad. La muerte no era algo que exaltar ni algo de lo que se podía escapar.

El anonimato de la vida en la ciudad y la aparición de la familia nuclear significó el fin de la familia ampliada que caracterizó a la vida en comunidades rurales. Ello trajo consigo la desaparición progresiva de la tardecita de la vida, de ese proceso de tránsito por los rituales que van señalizando que la muerte se aproxima y que su llegada forma parte natural de la existencia. Hoy la muerte está institucionalizada, se produce casi que a escondidas en hospitales y/o sanatorios y el sujeto en el ocaso de su existencia es considerado como un niño privado de derechos y con escaso dominio de su razón. Un poco triste; sino basta con darse una vuelta por alguna casa de salud o residencial. En esta crisis es probable que se esconda alguna oportunidad y una solución a construir…

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En sintonía con este panorama, pareciera que todo tiene fecha y plazos, sino pensar en la calendarización del duelo, de lo que está bien y lo que no en relación al tiempo aceptable para que alguien sufra y se aflija tras la muerte de un ser querido. En nuestro tiempo ya no sólo se han extinguido las señales de luto (vestir de negro) sino también se impone una suerte de sanción social hacia aquel que está sufriendo y/o triste. Hoy es una incorrección política dar muestras de tristeza y padecimiento, al tiempo que estar de luto es un universal y no algo singular. Si usted sufre más allá de, por ejemplo, los seis meses luego de fallecido alguien a quien quería mucho, entra en la parcela de los raros y en consecuencia en algo que hay que curar.

Qué gran contradicción: cuanto más conectados estamos, más sola y depresiva se siente mucha gente. Acortar el sufrimiento, curar la tristeza y borrar los padecimientos se ha transformado en la nueva misión global, por lo menos la occidental. Si esa es una de las caras de la moneda, la otra es potenciar el nuevo ideal: sea feliz a cualquier precio.

La desnaturalización y negación de la muerte, el miedo a vernos traumatizados, tal vez esté conduciendo a cierto furor, sobre todo en los más jóvenes, por la cultura zombie, que se expresa en diferentes ámbitos, desde la literatura y el cine a las series televisivas.

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Quizás los adolescentes, los más jóvenes, en tránsito de la infancia a la adultez, estén elaborando, con esta afición a lo zombie, el misterio acerca de qué implica vivir y qué morir en el mundo hiperconectado en que vivimos. Los zombies, como la muerte, tienen un objetivo claro: terminar con nuestras vidas.

En Modo Espuma. Muchos sujetos actuales parecieran querer vivir como si la espuma, en un vaso de cerveza, no se fuera a extinguier nunca. Siempre hay que estar pum para arriba, productivos, enamorados, felices, pletóricos y en estado de bienestar. Nada más cerca del infantilismo que la dificultad para elaborar las pérdidas y pretender vivir siempre en la cresta de la ola. Sustituir es diferente a elaborar, procesar e integrar aquello que se tuvo y se perdió o no se conquistó ni logró. Duelar es el verbo clave para no quedar repitiendo, para no tropezar con la misma piedra.

Un zombie es un muerto viviente, alguien muerto a quien aún no han enterrado. Un sujeto en Modo Espuma es una suerte de zombie, que huye de su historia sin poder elaborarla y al mismo tiempo preso de una repetición que no posibilita, primero, soñar e imaginar un proyecto y segundo, trabajar para hacerlo posible.

5 comentarios sobre “Modo espuma

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