Clint también fue a terapia

El pasado 31 de mayo Clint Eastwood cumplió 90 años de edad. Considerado ya un mito viviente del cine, el director y actor ha ganado cuatro premios Oscar (dos como director y dos a mejor película) y lo recordamos, entre muchas películas, por haber empuñado su pistola para encarnar a Harry el Sucio, enamorar a Meryl Streep en Los puentes de Madison y entrenar a Hilary Swank sobre el cuadrilátero en Million Dollar Baby. Eastwood ha sido actor en 71 películas y director en 41. Su última película estrenada es Richard Jewell, el año pasado.

Hace unas semanas, navegando entre lo feeds de las redes sociales, leo unas líneas que supuestamente habría escrito Eastwood hace un tiempo, en ocasión de estar por cumplir los 88 años. Digo supuestas líneas porque investigué en internet en procura de su original en inglés y no las encontré. No obstante, haciendo un acto de fe, consideremos válido ese texto en aras de la reflexión que viene a continuación. Aquí algunos extractos de lo escrito por Eastwood:

«A principios de la década de 70 estaba muy insatisfecho con mi actuación en el cine… Mucha gente me criticaba e incluso decían que debería parar… Yo era visto solamente como una especie de bad boy, un machista, y otras cosas malas… Hablando de esto con mi amiga Jane Fonda, ella me confió que por las mismas razones había iniciado un proceso psicoanalítico, y que su vida parecía estar dando un giro. Le pregunté quién era ese psicoanalista… ella me dijo que se llamaba Wilfred Bion».

Nacido en India en 1897 y fallecido en 1979 en Inglaterra, Bion emigró a EEUU a fines de los ’60 para instalarse en California, la costa oeste del país. Previo a eso había combatido en Francia durante la IGM (1914-1918), estudiado medicina en Londres y posteriormente formado como psicoanalista en la Clínica Tavistock de Londres. Durante la IIGM (1939-1945) trabajó en hospitales militares con soldados afectados por los traumatismos de la guerra.

Bion recibió a Eastwood en su consultorio no antes de que éste le tuviera que enviar una carta solicitando una primera entrevista y explicándole los motivos de la misma. Todo indica que durante un tiempo no determinado el actor y director concurrió periódicamente a ver a Bion. Eastwood (en el texto cuya fuente desconocemos) habría escrito que como producto de su trabajo psicoterapéutico con aquel logró lo siguiente:

Descubrí lo que era la felicidad pudiendo enfrentar mis tristezas. Descubrí lo que es tener sabiduría mirando mi ignorancia. Descubrí mi delicadeza mirando mi violencia.

Estas palabras de Eastwood, sean o no verdad, son muy bellas. De lo que sí no hay dudas es de que en 2018 estrenó la película La mula, cuya música fue compuesta por Toby Keith, amigo del hoy nonagenario actor y director. El origen de esa colaboración entre ambos habría sido una conversación en la que el músico le preguntaba qué iba a hacer en ocasión de estar cumpliendo 88 años, a lo que Eastwood le responde que estaba por comenzar a filmar una película. Keith le pregunta cómo era que conseguía a esa edad estar emprendiendo nuevos proyectos, a lo que Clint le responde: «no dejo entrar al viejo».

Esperanza, proyectos, vejez y coronavirus son palabras que hoy nos resuenan más que nunca a todos. Si hay algo que el Covid-19 ha logrado es poner en suspenso nuestras vidas, las ha dejado en pausa o semi-pausa, al tiempo de constituir toda una amenaza para aquellos cuyos documentos de identidad marcan que tienen 65 años o más.

Este tiempo inédito en el que nos encontramos desde el primer trimestre del año nos pone en la encrucijada de elegir, cuando se puede, entre esperar o desesperar. Para lo primero, para esperar, es crucial estar conectado con la brújula interior de cada cual, aquella que nos orienta en dirección a lo que deseamos; en tanto que para no desesperar hay que (en el siguiente orden) no estar en riesgo de muerte, tener cubiertas y satisfechas las necesidades básicas (recursos económicos para alimentarse, dormir tranquil@), no tener conflictos actuales de relevancia y finalmente no tener «activos» conflictos históricos.

Hay que decir también que la tarea de esperar y disponerse a la calma no rima con la sociedad del espectáculo en que vivimos, donde las pantallas nos invitan permanentemente a mirar y opinar sobre toda la clase de datos e información ligados al coronavirus. El confinamiento y la cuarentena, más severa en algunas latitudes que en otras, es terreno fértil para el miedo, la ansiedad, la angustia y el pánico. Aquí y allá las personas, como pueden, le hacen frente a lo real del virus, al deseo de querer adelantar el tiempo para sortear la incertidumbre en la que estamos, a toda clase de síntomas que estremecen el cuerpo,  así como a pensamientos que tienen el potencial de paralizarnos.

Pivoteando entre el esperar y no desesperar, la brújula, la tuya, la mía, la de todos, nos invita a abrazar la esperanza y contagiar con ella a nuestros semejantes. Lo real del Covid-19 agujerea la red en la que todos estamos y es la esperanza de que la tormenta amainará la que nos sostiene aferrados al timón de la nave.

La incertidumbre y el suspenso, junto al coronavirus, aún están en el aire. Nuestra tarea como psicoterapeutas, y como ciudadanos también, es acompañar y vivenciar el dolor del otro y al unísono disponer de recursos, tanto para ayudar a que aquel logre soltar amarras como para ofrecerle esperanza y horizonte.

La tarea por supuesto que es desafiante, como lo ha de ser para Eastwood mantener alejado de sí al viejo que agazapado vive dentro de él. Así como la edad no es obstáculo para que la mente siga vigorosa y creadora, cuidar la vida está siendo una apuesta cada vez más un asunto colectivo que individual.

9 comentarios sobre “Clint también fue a terapia

  1. Excelente material. En estos tiempos es cuando más se valora el poder conversar, compartir con los demás, en especial, la familia. El silencio puede ser un mal consejero. Muchas gracias por compartir. Abrazo

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