Depresión

¿Cómo se ve la depresión?

Un paisaje llano, oscuro, en un día sin horizonte, sin puntos de mira. Lo que nos gustaría hacer se ve obstaculizado por el peso de una realidad opresiva que nada parece poder cambiar. Hay una sensación de renuncia, de algo más fuerte que nosotros, de algo inmutable. Hay una sensación de pérdida irreversible, hay un duelo bloqueado, estancado, que no logra evolucionar hacia el renacimiento, y que hace del mundo un lugar cerrado. No queremos hablar con nadie porque esto también parece inútil, agotador, incluso degradante. Hemos caído en depresión.

¿Cómo afrontarla?

El deprimido tiene la impresión de necesitar que algo suceda independientemente de él. Su vida transcurre a la espera de que una mano lo saque del agujero en el que cayó, aunque en su corazón no crea en la posibilidad de que esa mano se extienda hacia él.

El problema persiste cuando la persona se abandona al succionamiento de la pasividad y deja de mantenerse en contacto con el mundo, incluso haciendo las cosas que parece no tener ni fuerzas para desear. Esas cosas, justamente, son las mantienen viva la posibilidad de reactivar el deseo.

El deprimido que solo quiere quedarse en la cama todo el día esperando que pase el día, lo único que hace es hundirse más. En cambio, es necesario hacer lo que, aunque parezca desprovisto de deseo, mantiene la vida sobre sus propios caminos; y mantener las formas activas de vida es la premisa indispensable para que las formas se llenen de contenido.

Origen

La depresión surge de un sentimiento original de pérdida o rechazo que convierte la vida en un duelo eterno. Hay personas que reaccionan al rechazo desvalorizando a quienes los rechazaron, o no dándoles importancia, o quienes ante la pérdida logran desinvestir el objeto perdido.

El deprimido, en cambio, es incapaz de responder de esta manera, y es como si estuviera fijo en la contemplación de lo que ha perdido o en la humillación del narcisismo herido.

Esto hace que la persona deprimida tenga una mayor capacidad de introspección, habilidad que precisamente es la que puede ayudar a la persona deprimida, en la experiencia psicoterapéutica, a aprovechar lo que de otro modo resulta ser un mero obstáculo para la vida activa.