Iceberg 13

Estamos llegando al cenit de este 2021 y quién sino el covid-19 continúa marcando nuestras vidas. Si bien en ciertas partes del mundo los niveles de confinamiento se han reducido gracias a la vacunación, aún es un hecho que el ritmo de nuestras vidas sigue estando condicionado por la presencia invisible y también potente de este virus.

Aún cuando no es tiempo para cantar victoria (si es posible que en algún momento lo podamos hacer) se constata una baja en los números de fallecidos, contagios y de internados en CTI, todo lo cual nos hace pensar que este segundo semestre del año podamos ir retomando algo del mundo que conocíamos antes de la irrupción del coronavirus.

Suponiendo y confiando que, vacunación mediante, volvamos a la vieja o a la nueva normalidad, lo indiscutible es que se harán sentir los efectos de este inédito hecho que ya lleva más de 15 meses en nuestro Uruguay. Como cuando el agua de un tsunami se retira, apreciaremos el tendal de sufrimientos y padecimientos que esta crisis está provocando y provocará.

Además de la incertidumbre y angustia que la crisis económica, derivada en desempleo, ha generado, no es ni será menor la otra gran crisis que probablemente se avecine: la de la salud mental. Conforme la tensión vaya disminuyendo gracias a los resultados de la vacunación, es probable que en los próximos meses se incrementen,, los estados de ánimo perturbados. El tsunami llamado covid dejará escombros y es una pregunta que se impone qué decisión tomará la autoridad sanitaria en materia de salud mental para hacer frente a estas dificultades que se avecinan. Es tiempo de atender, sino priorizar, lo que acontece del cuello para arriba.

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