Formar, aprender y transformar

Copérnico, Darwin y luego Freud infringieron tres golpes duros a la pretendida idea o ilusión de que gobernamos las cosas. Copérnico desterrando, en el siglo XVI, la idea de que eramos el centro del universo y afirmando, por el contrario, que sólo somos un planeta más, entre muchos, que gira alrededor de una estrella (nuestro sol).

freud darwin.jpg

Darwin hizo lo suyo en 1859 al publicar su obra El origen de las especies, en la que postuló que todas las especies tienen un origen común y se han ido desarrollando y diferenciando mediante un proceso de selección natural. Freud inauguró el siglo XX postulando que el ser humano no es gobernado solamente por la lógica y la razón, sino sobre todo por procesos inconscientes que generalmente desconocemos. En resumen, somos un planeta más entre muchos, descendemos del mono y para colmo, aunque tengamos intereses conscientes, habitualmente desconocemos nuestras motivaciones inconscientes.

No obstante lo anterior, el ser humano ha desarrollado numerosas innovaciones que significaron saltos cualitativos en su evolución. Destacan entre esas innovaciones disruptivas la rueda, la imprenta, la electricidad, el telégrafo y en el último cuarto de siglo, las tecnologías de la información.

La dinamización derivada de los cambios tecnológicos implica que estemos inmersos en un cambio de época, en un período de transición, que aún no termina de decantarse y que está poniendo patas para arriba un montón de cuestiones que dábamos por seguras, previsibles, ciertas y estables. Un paradigma muere (el mundo calesita) y otro alumbra (el mundo rock & samba). El mundo lineal nos dice chau y otro no-lineal nos da la bienvenida. Esta transición es muy patente en la concepción de la vida en que muchos de nosotros crecimos, cuando había un tiempo para estudiar, otro para trabajar y otro para jubilarse. Los 20 primeros para prepararse, los siguientes 30-40 para trabajar y lo que quedara para el júbilo. Esta concepción agoniza a pasos agigantados y en su lugar viene despegando un mundo nuevo lleno de desafíos, donde todo parece mucho más difuso, entreverado y al mismo tiempo sorprendente.

(2)Si la revolución industrial sacó a la gente del campo, la llevó a las ciudades, generó la familia nuclear (papá, mamá y los nenes) y linealizó la vida (estudio, trabajo y me jubilo), las tecnologías de la información, internet mediante, están propiciando cada vez más que trabajar y educarse no sean sinónimos de un lugar definido. Esto quiere decir que muchas personas trabajan desde su casa e incluso también estudian desde ella, siendo posible referirnos ya a conceptos como entornos personales de aprendizaje e incluso redes de aprendizaje colaborativo. La transición es y será cada vez más potente.

Enseñanza e información. El mundo calesita era aquel en que el aprendizaje era un evento aislado en el tiempo, generalmente durante aproximadamente los primeros 15-20 años de la vida. También implicaba que la información era un bien escaso, conseguirla un esfuerzo y su vigencia algo estable. Lineal, asimismo, era el proceso de enseñanza y aprendizaje: había alguien que sabía, enseñaba o transfería (padres – maestros – jefes) y un receptor que aprendía (hijo – alumno – empleado).

De la información al conocimiento. La calesita se está convirtiendo en un rock & samba y con ello muriendo, en general, los formatos unidireccionales y asimétricos. Las circunstancias gobiernan y el binomio aprendiz/maestro está dejando de ser algo fijo; en un contexto determinado el maestro puede ser una persona y en otras circunstancias el aprendiz puede ser la persona que anteriormente estaba enseñando. Poseer y acumular información, algo que internet ha puesto a un click de distancia, es algo inútil. Eso funcionó en una época en que la información escaseaba y quienes la poseían lideraban.

diferencia-entre-datos-e-informacion.jpg

Actualmente el valor radica en qué hacemos con la información, qué y cómo la colectamos, cómo la analizamos y cómo la relacionamos para crear luego de todo ese proceso algo que redunde en un saber-hacer, en algo con fines prácticos.

La economía actual descansa fundamentalmente en el sector terciario, de servicios, lo que implica que hemos dejado de vivir en un mundo industrializado al estilo Tiempos Modernos de Chaplin, donde el tiempo de trabajo estaba condicionado por la cadena de montaje y donde el trabajo era evidente. Desde hace unas cuantas décadas estamos en transición hacia un cambio en la naturaleza del trabajo, en el sentido de que cada vez es más inútil el hacer por hacer y más valor tiene pensar primero y hacer después. Pensar y reflexionar en primer lugar y ejecutar o hacer luego. El foco está y estará puesto cada vez más en los resultados y en cómo agregar valor con una actividad determinada.

En este contexto de cosas, la naturaleza del trabajo que realizamos las personas pasa mucho menos por el hacer por hacer y mucho más por las preguntas acerca del por qué, el para qué y el cómo las hacemos.

Formación no es capacitación. De esta forma, llegamos a un tema clave que enlaza tres conceptos: aprendizaje, formación y transformación. Así como capacitar tiene que ver, por ejemplo, con cómo utilizo un martillo para clavar un clavo o cómo completo con datos una planilla de excel, la formación guarda relación con lo contextual, con las circunstancias, con el poder reflexionar si el resultado al que quiero llegar implica que use el martillo o el excel o tal vez otra herramienta o simplemente ninguna.

Formación no es capacitación, formación tiene que ver con responder sobre el cómo, el por qué y el para qué de lo que voy a realizar.

Formación, en clave personal, está estrechamente relacionado con lo que sucede en un espacio psicoterapéutico, donde el trabajo que allí se realiza gira, en términos muy generales, en torno a las preguntas existenciales por excelencia: quién soy, de dónde vengo y hacia dónde quiero ir. Formación – psicoterapia – transformación.

Formación en clave organizacional tiene que ver básicamente con aprender y mucho menos con enseñar. La formación en la empresa, en un mundo en transformación, va de desarrollar y promover la inteligencia en todo la organización. Hoy es sinónimo de extinción tener una organización con cuerpo grande y cerebro chico. El desafío está pasando en cómo diseminar la inteligencia, la creatividad y la autonomía a lo largo y ancho de cualquier organización. La organización necesita adultos autónomos, comprometidos y conscientes del mundo en que vivimos y no niños obedientes, caprichosos y demandantes.

maxresdefault1.jpg

Conocimiento para la acción. Una organización es un organismo vivo y no una máquina. Tan importante como esto es concebir a ese organismo no como el cuerpo humano, donde las ideas sólo provienen de la cabeza (de un equipo directivo) y el resto del cuerpo sólo es músculo (empleados). La supervivencia futura de las organizaciones pasará por cómo gestionamos la información para transformarla en conocimiento disponible para la toma de decisiones. Cada colaborador de una organización es una suerte de sensor que captura múltiple información que bien utilizada puede resultar indispensable para mejorar el accionar organizacional y la consecución de resultados.

En todo esto el verbo clave es aprender y la pregunta es cómo promueve ese deseo una organización, cómo genera ese interés por mejorar y producir cambios medibles. Preguntar qué necesitamos para mejorar y no suponerlo es vital para continuar existiendo. La formación no siempre es el remedio para solucionar los males organizacionales. Lo que sí es crucial para mantenerse en equilibrio y en transformación es la co-creación y gestión del conocimiento, así como la reflexión y la acción, en un marco general de conversación permanente.

Deja un comentario