Liviana y cuesta arriba

«No te afanes, alma mía, por una vida inmortal, pero agota el ámbito de lo posible». Con esta cita de Píndaro inició Albert Camus el ensayo filosófico El mito de Sísifo que publicó en 1942. Nacido en 1913 y fallecido en 1960, Camus fue un novelista, dramaturgo, ensayista, filósofo y periodista franco-argelino que ganó el Premio Nobel de Literatura en 1957. Escrito en plena 2da Guerra Mundial, El mito de Sísifo comienza así: «No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no vale la pena de vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía. Las demás, si el mundo tiene tres dimensiones, si el espíritu tiene nueve o doce categorías, vienen a continuación…».

En la mitología griega, Sísifo fue un rey al que se le impuso un castigo luego de haberse burlado de los dioses, engañado a la muerte y no realizar un encargo de Hades, el rey de los muertos. El castigo que se le impuso consistió en cargar todos los días hacia lo alto de una montaña una piedra más grande que él; piedra que caía cada vez que llegaba a la cima y que invariablemente Sísifo tenía que volver a subir.

«40 segundos para actuar»

La Organización Mundial de la Salud (OMS) celebrará el próximo 10 de octubre el Día Mundial de la Salud Mental, que en 2019 se centrará en la prevención del suicidio. Según la OMS, cada año cerca de 800.000 personas fallecen por esta causa y otras muchas intentan suicidarse. El suicidio es la segunda causa de defunción entre los jóvenes de 15 a 29 años. En Uruguay cada 17 de julio se conmemora el «Día Nacional para la Prevención del Suicidio» declarado por la Ley Nº 18097 del año 2007; ley que prevé la realización de actividades informativas por parte de instituciones educativas de carácter público y privado, así como las instituciones públicas que tengan relación con la prevención del suicidio.

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En julio pasado, durante la semana dedicada a la Prevención del Suicidio, Pablo Hein, sociólogo del grupo Prevención de Conductas Suicidas de la Universidad de la República (UDELAR), decía lo siguiente sobre la situación en nuestro país: «Uruguay, en términos de suicidios, se parece a esas personas que engordan de golpe, alcanzan un pico, y luego bajan muy pocos kilos para volver a subir. Tras los saltos no se regresa a los valores previos y la tendencia es al alza… Hay dos bibliotecas: la que no hay que hablar por el efecto imitación y después la de socializar y hablar el tema en sus contextos adecuados. Creo que en Uruguay nos impusimos un tabú y las cifras marcan que no es el camino adecuado».

Vivir y morir. El ser humano se interroga sobre la vida y la muerte desde siempre. Saberse finito puede resultar angustiante o desafiante. Con «El mito de Sísifo”, Camus hace frente al dilema de cómo encarar la existencia: si aceptando que la piedra volverá a caer una y otra vez desde la cima o sin poder reconciliarse con la idea de la finitud y la mortalidad.

Pensar es diferente a actuar. Si vivir puede resultar un sinsentido, en la medida que invariablemente moriremos todos, la mayoría de las personas logran subir una y otra vez la piedra, solo que esa piedra es diferente cada vez. En una oportunidad puede ser criar hijos, así como en otra aprender un oficio, preparar un viaje, apoyar a un amigo y/o cuidar a un familiar enfermo. Así como a veces subir la piedra puede resultar disfrutable y en otras angustiante, también las personas frente a determinadas circunstancias pueden pensar en morirse y/o en quitarse la vida. Actuar es diferente a pensar y alguien que se suicida es alguien para quien la vida dejó de tener sentido, alguien cuyo dolor emocional  le agotó la fuente de recursos con la que aceptar que el sentido de la vida está en disfrutar el camino de subida con la piedra de turno.

«… el ser humano no es un ser manso, amable, a lo sumo capaz de defenderse si lo atacan, sino que es lícito atribuir a su dotación pulsional una buena cuota de agresividad. En consecuencia, el prójimo no es solamente un posible auxiliar y objeto sexual, sino una tentación para satisfacer en él la agresión, explotar su fuerza de trabajo sin resarcirlo, usarlo sexualmente sin su consentimiento, desposeerlo de su patrimonio, humillarlo, infligirle dolores, martirizarlo y asesinarlo». – Sigmund Freud –

Destrucción, de los otros y de uno mismo. La destructividad es una expresión de la pulsión de muerte, de aquella fuerza que desde dentro de cada cual brega por la desintegración, la desunión y la reducción a cero de las tensiones. A lo mortífero que vive en cada uno le gusta lo inanimado. Destruir no es otra cosa que producir daño en los otros y/o en uno mismo, pudiendo alcanzar la aniquilación de los otros o la propia.

El espectro suicida. En la vida diaria la destructividad está presente en numerosas personas. Algunas se suicidan en cámara lenta, como aquellas con conductas antisociales y de autoexclusión, con problemas de adicciones, enredadas en relaciones de sometimiento y masoquismo y así también con conductas de autocastigo. Como recurso extremo ante dolores emocionales íntimos, revelador de una desesperanza total, el acto suicida tiene variadas presentaciones. Para algunos puede ser la vía de salida para una vida que consideran un tormento; para otros un acto con el que intentan vencer la muerte, o un acto vengativo con el que castigar a los que consideran sus victimarios e incluso los terroristas fanáticos que con su vida también le ponen fin a la de sus enemigos.

A fuego lento. Por sí solos, ni una humillación o vergüenza pública, ni un fracaso en particular, ni una desilusión o fracaso amoroso llevan a un suicidio. Detrás del acto suicida en general existe un mar de fondo, o un terreno fértil, en el que se cocinan a fuego lento las ideaciones suicidas. Rastreable desde la infancia y a fuerza de progresivos sentimientos de humillación, vergüenza y/o rechazo o abandono, la idea suicida cobrará primero vida propia dentro de la psiquis y luego se convertirá en acto tras derramarse con alguna frustración significativa.

Hablar y prestar atención. En una muy bella entrevistaCatherine, hija de Camus afirmaba: «… todo es liviano en la vida a excepción de la muerte. A menudo, ante ciertos comportamientos suelo pensar: «Fíjate, no sabe que va a morir». La hija del célebre escritor nos deja una pista acerca de qué es pesado y qué no en esta vida. La o las rocas que cada cual empuja cuesta arriba son livianas en comparación a la idea de nuestra finitud. En cualquier etapa vital, tanto en la infancia como en la juventud, adultez y vejez, resulta crucial ponerle palabras a cualquier indicio de sufrimiento, desesperanza  y/o soledad; a sabiendas, no obstante, que no siempre es posible ir contra la voluntad de una persona que ha sido tomada por una metástasis en su vida emocional.

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