El filósofo alemán Friedrich Nietzsche (1844-1900), considerado uno de los más importantes de occidente, escribió un libro llamado El ocaso de los ídolos, en el cual inmortalizó una de sus frases más célebres: «si tenemos nuestro propio porqué en la vida, podemos soportar casi cualquier cómo». La frase que ya era popular ganó en celebridad luego que fuera citada por el doctor Viktor Frankl en su libro El hombre en búsqueda de sentido, en el cual plantea que las personas que tienen un propósito o una vida con significado logran superar adversidades con mayor éxito.
Más acá en el tiempo el psicólogo inglés Simon Sinek se convirtió en un fenómeno mediático gracias a una de sus charlas en Ted, donde explicaba que el éxito organizacional se deriva de comenzar respondiendo la pregunta de por qué hacemos lo que hacemos. Afirma Sinek:
«… muy poca gente u organizaciones saben por qué hacen lo que hacen. Y cuando digo «por qué» no me refiero a «ganar dinero». Eso es un resultado. Siempre lo es. Con «por qué» quiero decir: ¿cuál es el propósito? ¿Cuál es la causa? ¿Cuál es la creencia? ¿Por qué existe la compañía? ¿Cuál es la razón para levantarse cada mañana? ¿Y por qué debería importarle a alguien?… «.
Una brújula interior con un por qué claro es relevante para cualquier organización que aspire a prosperar en los tiempos actuales, donde equilibrar dinamismo y estabilidad es una condición indispensable. En el post anterior desarrollamos la primera característica de una organización ágil, justamente la de tener un propósito (un por qué) que ilumine e inspire el accionar organizacional. Además de esta característica existen otras cuatro que desarrollaremos en esta entrada. Si bien cada característica tiene un valor único en sí mismo, la verdadera agilidad organizacional se produce cuando todas ellas se combinan para trabajar juntas, derivando en la generación de una sinergia que conduce a cambios fundamentales en la mentalidad de las personas, principio y fin de todo comportamiento organizacional.
Red de equipos empoderados
Si en el mundo calesita la mentalidad organizacional era: «las personas, al igual que los niños, necesitan ser dirigidas y administradas; de lo contrario no sabrán qué hacer y solo se cuidarán a sí mismas»… en el mundo rock & samba la mentalidad supone que: «cuando se les da una responsabilidad y autoridad claras, las personas estarán muy comprometidas, se cuidarán unas a otras, encontrarán soluciones ingeniosas y trabajarán para alcanzar buenos resultados».
Las organizaciones ágiles mantienen una estructura o núcleo permanente y estable y desarrollan una geometría variable (se encogen y expanden según las circunstancias) integrada por una red de equipos flexibles y escalables. Las redes son la forma natural de organizar los esfuerzos porque equilibran la libertad individual con la coordinación colectiva. Para construir organizaciones ágiles, los líderes deben entender las redes humanas, cómo diseñarlas y construirlas, así cómo colaborar en ellas, cómo alimentarlas y también cómo sostenerlas. Una organización ágil comprende una densa red de equipos capacitados que operan con altos estándares de alineación, responsabilidad, experiencia, transparencia y colaboración.
Ciclos rápidos de aprendizaje y toma de decisiones
Si en las organizaciones concebidas como máquinas la mentalidad era: «para obtener el resultado correcto, las personas más experimentadas y con mayor experiencia deben definir a dónde vamos, los planes detallados necesarios para llegar allí y cómo minimizar los riesgos en el camino»… en las organizaciones pensadas como organismos vivos la mentalidad es: “vivimos en un entorno en constante evolución y no podemos saber exactamente qué nos deparará el futuro; la mejor manera de minimizar el riesgo y tener éxito es aceptar la incertidumbre y ser el más rápido y productivo en probar cosas nuevas».
Las organizaciones ágiles trabajan en ciclos rápidos de pensamiento y acción que están estrechamente alineados con sus procesos de creatividad y realización. La verdadera acción está en el contacto con el cliente, aquel que hace uso de nuestro producto y/o servicio, de modo tal que lo relevante sucede en esa interacción, que es cotidiana y permanente. Es allí donde se ha de producir la integración de pensamiento, acción y aprendizaje. En lugar de las planificaciones, presupuestaciones y revisiones anuales, muchas organizaciones se están moviendo hacia ciclos más cortos (trimestrales por ejemplo) con el objetivo de desarrollar modelos operativos más dinámicos que permitan atender mejor las necesidades y demandas de sus clientes.
Capital humano dinámico, adulto y entusiasta
En una organización ágil el cambio de mentalidad implicar decirle chau a lo siguiente: «para lograr los resultados deseados, los líderes necesitan controlar y dirigir el trabajo especificando constantemente las tareas y dirigiendo el trabajo de los empleados»; para abrazar la siguiente mentalidad: «los líderes efectivos capacitan a los empleados para que se sientan protagonistas, confiando en que conducirán a la organización hacia el cumplimiento de su propósito y visión».
Una cultura organizativa ágil, flexible y resiliente coloca a las personas en el centro, para comprometerlas y empoderarlas. Las organizaciones que lo han hecho bien han invertido en desarrollar una comunidad fuerte que apoya y hace crecer la cultura, así como los procesos subyacentes que fomentan el espíritu empresarial y el desarrollo de las habilidades necesarias para que ocurra la agilidad. En lugar de planificadores, directores y controladores/supervisores, una organización concebida como un organismo vivo está integrada por personas que forman a las personas con las competencias más relevantes para que puedan liderar, colaborar y brindar resultados fuera de lo esperado. Dichos líderes motivan a las personas a involucrarse en la toma de decisiones estratégicas y organizativas que los afectarán a ellos y a su trabajo. Las organizaciones ágiles atraen a personas motivadas por una pasión intrínseca que les mueva a provocar los cambios y buscar la excelencia.
La tecnología como catalizador
La tecnología en el mundo calesita significaba «una capacidad de soporte que ofrece servicios, plataformas o herramientas específicas para el resto de la organización según las prioridades, los recursos y el presupuesto». En el mundo rock & samba, «la tecnología está integrada en cada aspecto de la organización como un medio para liberar valor y permitir reacciones rápidas a las necesidades de las partes interesadas de la compañía».
Para muchas organizaciones, un replanteamiento radical del modelo organizativo requiere un replanteamiento de las tecnologías subyacentes, en el sentido de que estas respalden la velocidad y la flexibilidad operativa. En un entorno en que las condiciones de los clientes y la competencia son cambiantes, es probable que los productos y servicios tradicionales deban digitalizarse o estar habilitados digitalmente. En principio, el desafío organizacional está en comenzar a aprovechar las nuevas herramientas de comunicación y gestión del trabajo en tiempo real y progresivamente incorporar nuevas innovaciones técnicas basadas en la nube. Para diseñar, construir, implementar y respaldar estas nuevas tecnologías, las organizaciones ágiles deberán formar equipos multifuncionales responsables de desarrollar, probar, implementar y mantener nuevos productos y procesos. ¿Para qué todo esto? Para entender las necesidades del cliente y desarrollar posibles soluciones de la forma más rápida posible.
En resumen, el entorno actual presiona a toda organización para que sea más ágil y flexible, pues de lo contrario se comportará en el rock & samba como una persona torpe, obesa y carente de reflejos. La resiliencia organizacional en el actual contexto radica en concebirse como un organismo vivo, capaz de acompasar los movimientos del entorno y en el mejor de los casos haber desarrollado la capacidad para provocarlos. Las características de una organización viva y ágil (un por qué organizacional claro, una red de equipos, reflexión-acción-aprendizajes permanentes, una cultura centrada en las personas y la tecnología como un catalizador) son las que permiten a las organizaciones equilibrar la estabilidad y el dinamismo, para prosperar en una era de oportunidades sin precedentes.