Esta época tormentosa en que nos encontramos podemos conceptualizarla en tres tiempos: el de aceptar, el de ser pacientes y el de tener esperanza. Mientras tanto, solo cabe centrar el esfuerzo en la siguiente ola, siendo conscientes que el desamparo ha de unirnos y esta contingencia inédita de lugar a soluciones originales.
Seguimos en la tormenta y el mar embravecido aún no muestra señales claras de amainar. Seguimos confinados y a la espera de poder retomar algo de aquello que solíamos llamar normalidad. La pandemia se ha erigido como esos acontecimientos para los cuales es dificultoso encontrar palabras que los describan. Dimensionamos y vislumbramos sus contornos a partir de los efectos que generan. Derivaciones que por su carácter imprevisto y súbito lindan con lo traumático.
Aceptación
Pandemia, confinamiento, angustia e incertidumbres son algunas de las palabras con que asociamos este tiempo que es excepcional como pocos, debido sobre todo a su carácter global. Las personas no estamos preparadas cien por ciento para acoger lo traumático y este Covid-19 nos lo confirma. La tormenta está sobre nosotros y las certezas, seguridades y planes que teníamos han dado lugar a los miedos, angustias e inseguridades. El coronavirus nos recuerda a la muerte y a las pérdidas, las colectivas y las personales.
Cuando el mar está sereno el viaje suele tornarse amable. Cuando la pandemia comenzó a levantar olas, los pasajeros en la nave comenzaron a ponerse nerviosos. Así, las ansiedades, miedos y ataques de pánico le han quitado el puesto a otros padecimientos y dolores preexistentes a esta crisis.
En nuestras sociedades son prevalentes los padecimientos mentales. Las depresiones, ansiedades y adicciones son los problemas más frecuentes, que se relacionan enormemente con las condiciones sociales, siendo los sistemas de salud, las familias y las comunidades quienes absorben estas dificultades.
El Covid-19 y el confinamiento impuesto ha derivado en respuestas esperables ante una situación inesperada. Aquí lo crucial es no etiquetar como patológicos comportamientos que son reactivos a esta inédita situación. Desde dolores de cabeza, llanto, tristeza y decaimiento, hasta miedos, nerviosismos, ansiedades, insomnio, culpa e irritabilidad, son, entre otros, comportamientos esperables en el medio de esta emergencia.
Los pasajeros del barco reaccionan ante el nuevo escenario y su perturbación podría llamarse “normal”. Así, la formación de redes que contengan y alojen el sufrimiento y el desconcierto ha sido, en esta como en crisis anteriores, una actividad capital.
La afectación que esta pandemia está produciendo en las personas no es igual, no es homogénea. Lo que puede estabilizar a uno, no puede resultar en otro sujeto. Este momento de urgencia en el que navegamos demanda que amortigüemos los sentimientos de angustia e incertidumbre. Posiblemente lo más importante sea que las personas puedan volver a pararse en esta nave que aún no cesa de moverse y así poder hacerle frente al desafío del confinamiento y la posible soledad.
Como en tantos otros momentos de crisis, en que las incertidumbres y ansiedades pululan por doquier, puede ser fácil tratar de recurrir a la varita mágica para combatir el mareo.
Solo los magos y los vendedores de humo pueden ofrecer soluciones estandarizadas o algún manual de instrucciones para combatir los efectos del confinamiento causado por el coronavirus u otro virus de turno. No existen protocolos que sirvan para todos, sino soluciones singulares, persona a persona.
Las muertes o los contagios, la recesión y el parón económico, la falta de certezas sobre cómo evolucionará confirma que nuestro modo de estar en el mundo (nuestra subjetividad) está enormemente condicionada por las coordenadas de la época que nos toca vivir. Nuestros proyectos vitales, podríamos decir, danzan al ritmo de la música que toca este momento.
En tiempos de urgencia como los que estamos viviendo nuestra tarea consiste en ayudar a las personas a que se logren parar en el barco, si es que se cayeron, y puedan luego comprender el momento y la coyuntura que nos atraviesa. Con cabeza calmada y miedos e incertidumbre disipados es posible que las personas puedan comprender, mirar hacia dentro y acceder a los recursos propios que le permitan transitar este tiempo de la forma más serena posible.
Alejadas del parálisis que provoca el terror, las personas podrán hacer uno uso más útil del miedo, que les permita actuar e, imaginación mediante, inventar nuevas formas de hacer este viaje.
A quienes acompañamos a las personas en esta urgencia planetaria nos toca responder con palabras que atenúen la angustia, darle un sentido a lo traumático, así como acoger lo que tiene para decir aquel que está sufriendo.
Paciencia y Esperanza
Los tripulantes del barco se han calmado y se estabilizan. El pánico y la parálisis comienzan a dejar el lugar a la comprensión y la aceptación de que estamos en el medio de un mar embravecido que nos impone sortear, una a una, las olas que llegan. Colectivamente podemos aliviarnos, acompañarnos y también consolarnos. Resistirse y enojarse no es el camino. Como ese brazo que va a recibir una vacuna y no tiene más opción que relajarse para que la aguja haga menos daño que el que provocaría al encontrar el cuerpo tenso. Es mejor entregarse voluntariamente al movimiento que impone esta tormenta que resistirse y hacer aún más traumático el viaje.
Aunque aún no se sabe cuándo ni cómo, tarde o temprano la tormenta y las olas pasarán y volveremos a navegar por aguas más calmas. Como todo acontecimiento no previsto, que quiebra estabilidades y seguridades, esta crisis resulta perturbadora pero no necesariamente traumática.
Tanto hoy como una vez que pase esta coyuntura, los meses de confinamiento y (en algunos casos) soledad podrán representar solamente una fuente de padecimiento o ir un paso más allá y convertirse en una oportunidad para el conocimiento, condición primordial para despojar de tragedia a este como a cualquier otro acontecimiento de nuestras existencias.
Siempre la Palabra Justa en el momento oportuno!…
Un verdadero placer leerte; uno mayor, compartir la misma Ruta!!!
EXCELENTE!!!
Gracias, por el Apoyo y la CONTENCIÓN tan necesarios en estos días!
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Stella, me alegra mucho saber que te gustaron estas líneas y sobre todo que compartimos el camino. Abrazo apretado y a redoblar la paciencia y la esperanza!!
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Así será!! Abrazo enorme!
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