Tulipanes para Messi y Neymar

El holandés Louis Van Gaal fue director técnico de fútbol hasta hace poco tiempo. Entre los equipos que dirigió están Ajax, Barcelona, Manchester United y la propia selección de su país. Días pasados el diario madrileño El País le realizó una entrevista, en la que entre muchas cosas comentó lo siguiente: «Messi y Neymar no me gustan como jugadores de equipo».

Holanda, además de sus famosos campos de tulipanes, es considerada cuna de la refundación del fútbol, de la mano de Cruyff y su naranja mecánica. Van Gaal, considerado como sucesor de esta escuela futbolística que brilló en los años ’70 del siglo pasado, agregó en la entrevista con El País: «Guardiola hizo jugar a Messi para beneficio del equipo pero los últimos entrenadores se han adaptado demasiado a Messi en lugar de proteger el espíritu de equipo… Mire al Barcelona. ¿Cuántas Champions han ganado con el que dicen que es el mejor jugador del mundo? Mire a Neymar en el PSG. ¿Cuántas Champions ganó? Neymar y Messi me gustan como futbolistas individuales, no como jugadores de equipo. Yo creo que en los juegos colectivos no hay nada más importante que el jugador de equipo».

Nuestro tiempo es el del vértigo y la aceleración, aunque muchas veces no sepamos atrás de qué estamos corriendo. En el mundo de las organizaciones resulta de enorme relevancia provocar procesos de transformación que conduzcan al estado en que quedó Neo cuando, ya iluminado, se dio cuenta que, dentro de la Matrix, era más veloz que las balas.3hes.gif

Sin dudas que el contexto social, político y económico está más agitado que antes, básicamente porque la tecnología ha dado voz y visibilidad a personas y colectivos que antes no los tenían, obligando además a quienes ejercen tareas de mando y conducción a ser más íntegros, es decir a alinear mucho más que antes el pensar, el decir y el hacer; en síntesis a ser personas más coherentes.

En este contexto surge la pregunta sobre cómo construir organizaciones que se muevan y acompasen y/o dancen con el contexto. A estas organizaciones que han logrado integrarse, moverse y transformarse (al mismo tiempo en que transforman su entorno) se las llaman organizaciones en red, sin fronteras, horizontales, ágiles, holocráticas, post-jerárquicas y de aprendizaje, entre otras denominaciones.

Hoy mucho más que antes, dado que el cajón de gym no es lo mismo que el bosú, también se impone la pregunta sobre qué es más determinante: si los talentos individuales o la organización en su conjunto. Obviamente que ambas cosas, tanto buenas y talentosas personas como grandes sistemas de organización.

Sin embargo, una distinción es necesaria y a nuestro auxilio para responder esta pregunta acude tanto Van Gaal como otros múltiples ejemplos del mundo del deporte: sólo con talento no se consiguen los resultados y tal vez Messi constituya un claro ejemplo en su Barcelona de los últimos años como en la selección argentina. En otros deportes también hay otros Messi que por más que se destaquen en su juego ello no deriva en que sus equipos obtengan campeonatos. Las premiaciones en los festivales de cine también son otro ejemplo: el premio al mejor actor protagónico pocas veces coincide con la película premiada como mejor cinta del año. Dicho de otro modo: el desempeño global es más determinante que el o los talentos individuales y si bien el talento tiene una importancia crucial, las organizaciones tienen incluso una mayor.

Así las cosas, se nos impone una tercera (y doble) pregunta: ¿cómo creamos organizaciones que funcionen y qué es lo que hace que una organización sea efectiva? Responder esta tercera (y doble) interrogante nos mete de lleno en los cambios en las prácticas de gestión; es decir en el cambio de paradigma que implica estar dejando atrás una visión mecanicista para pasar a incorporar una visión organicista.

En el paradigma mecanicista no había (hay) lugar para las emociones, los sueños, aspiraciones e ideas de las personas, en la medida que aquellas no se llevan bien con la idea de ser tratadas como engranajes de una gran máquina. En cambio, la vitalidad y humanidad de las personas, en un entorno cambiante y dinámico como el actual, son necesarias para potenciar el desempeño, desplegar la potencialidad e inteligencia, así como contribuir a la disminución del estrés y el sinsentido existencial.

Como con el agua de Bruce Lee, las organizaciones Siglo XXI han de ser como un pelotón de ciclistas, cambiando de forma para adaptarse a las características del camino que recorren, estrechándose cuando aquel es angosto o sinuoso o explayándose cuando las condiciones lo permiten. El reto para la gestión organizacional hoy día, en términos gruesos, está en liderar con coherencia e integridad, concebir que la confianza es el dinamizador de las relaciones y desplegar a lo largo de todo el pelotón la relevancia de concebirnos como aprendices permanentes, lo cual es fruto de ese bucle infinito que constituyen la reflexión y la acción.

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