Cárceles sin barrotes

Nuestro mundo es variopinto y como reza el dicho «hay de todo en la viña del señor». En eso pensé cuando me encontré con las siguientes dos noticias. Por un lado una proveniente de Inglaterra y Gales, donde recientemente el Ministerio de Justicia anunció su intención de humanizar las prisiones y promover la rehabilitación sustituyendo las ventanas con barrotes por otras de vidrio templado, además de facilitar el uso de celulares a los reclusos, que podrían pasar a ser llamados “hombres” y sus celdas “habitaciones”.

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Por otra parte, en Nuuk, capital de Groenlandia, lo que parece un resort para ir de vacaciones a esquiar no es otra cosa que una prisión de máxima seguridad, llamada Ny Anstalt. Inspirada en el concepto de «humanidad», la filosofía de la prisión es que imite, en la medida de lo posible, las condiciones de una vida normal, favoreciendo que los presos se reintegren en la sociedad y no vuelvan a delinquir cuando salgan. La prisión tendrá 76 celdas, de las cuales 40 serán de máxima seguridad. Los presos que ocupen las otras 36 podrán salir a trabajar y tendrán que regresar a dormir. Las celdas serán de 12 metros cuadrados, con ventanas sin barrotes y con vista a un monte llamado Sermitisiaq. Según Thomas Ruus Christensen, arquitecto del proyecto: «no puedes escapar de la cárcel porque está rodeada de un muro, pero puedes apreciar las vistas y escapar en tu mente, y eso es importante».

Encontré estas dos noticias mientras buscaba material para relacionarlo con la idea de que nuestra vida, muchas veces, se parece a una cárcel sin barrotes, si se quiere bastante similar a la de Groenlandia, en la que se puede salir a trabajar y luego regresar a dormir. Una cárcel sin barrotes en la que el tiempo transcurre y los actos verdaderamente transformadores tal vez jamás ocurren. Esos actos o decisiones de calidad que poco tienen que ver con fechas del calendario y sí una enorme relación con el modo que cada cual tiene de estar en el mundo.

Quejarse no es sólo un verbo sino también un modo de estar en el mundo, una posición infantil en la que exigir derechos, desentenderse de las responsabilidades y atribuírselas a los otros son sus características más salientes.

Es cierto que nuestro tiempo no ayuda mucho. Es más, pareciera que no quiere adultos sino niños y si son lactantes mejor; niños con la boca abierta, adictos, siempre dispuestos a consumir lo último que el mercado, a través de sus múltiples canales, promociona.

El momento actual es de una gran incertidumbre. Si antes, en la calesita (previsible, ordenada y con certezas) no siempre había lugar para todos, en el rock & samba que se ha convertido nuestro tiempo la gran pregunta tiene que ver con cuáles son las referencias con las que orientarnos. El ocaso de los grandes relatos e ideales (trabajo asegurado, religión y la política como grandes paraguas en los que guarecerse) ha dejado a la intemperie a un sinnúmero de personas, incapaces de encontrar cobijo y proyectarse al futuro. ¿Cómo mirar al futuro si estoy parado en arena movediza y a duras penas me puedo mantener en pie o simplemente no hundiéndome?

El modo de vivir y relacionarnos en la actualidad es aquel en el que reinan las pantallas, en el que el saber esta ahí dentro (por el celular) o ahí afuera (por la nube), en el que la multiconectividad y la multitarea infoxican (intoxicación de información), en el que abundan los contactos y escasean las relaciones, en el que la soledad y el aislamiento prevalecen. Hasta podríamos arriesgar que mucha vida on-line es inversamente proporcional a la que se tiene off-line.

Es un tiempo complejo el actual. El rock & samba se mueve y desconcierta. Muchos sujetos, desorientados, desamorados (con dificultades para enlazar/se con otr@), dispersos y muchas veces angustiados y tristes, aceleran y hacen en lugar de frenar y no hacer.

La batalla hoy es entre la pantalla y la palabra, entre consumir todo aquello que se nos presenta ante nuestros ojos y el darse tiempo para acceder a las dificultades personales e íntimas de cada cual. El peligro es creerse triunfador «no pensando», renunciando a la palabra y solucionando los conflictos vitales a fuerza de tests, cuestionarios y masajes.

El acto transformador, tanto en el mundo calesita que agoniza como en el mundo rock & samba que está en ascenso, radica en abandonar la cárcel y no en aspirar a que ésta deje de tener barrotes. Para «romper» con el pasado (una relación infeliz, un trabajo mediocre, soledad y aislamiento) y/o iniciar un proyecto tal vez haya que preguntarse si se está dispuesto a renunciar a aquello de lo que uno se queja.

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