Martes 3 de abril, una de las últimas recorridas del día por las noticias en Internet y me encuentro con el titular que dice «Tensa escena entre la reina Letizia y doña Sofía en la misa de Pascua en Palma».
- Primera reacción: «y a mí qué me importa lo que le pasa a esta gente… «.
- Segunda reacción: entro en el link – evidentemente no puedo con mi curiosidad – y leo la noticia, veo el «video conflictivo» y me quedo pensando, sobre todo pensando en la foto final donde posan todos «felices» paras las cámaras.
¿A cuento de qué viene esto? De varias cosas, o por lo menos de un par de cosas. Por un lado que ni la realeza (sí, son humanos) está libre de los conflictos existenciales, vinculares y familiares que nos desafían a todos. El «nene» (el rey Felipe) tiene que intervenir para que su mamá y su esposa no se agarren de los pelos. ¿Le habrá dicho a su mujer, cuando llegaron al palacio: «… no te das cuenta que me dejaste pegado adelante de todo el mundo… siempre armando quilombo con mi vieja… ya sabes como es…?».
Por otra parte, y continuando con el post anterior, donde contaba cómo estamos en tránsito de un mundo ordenado y bastante previsible, a otro incierto, complejo y cambiante, me interesa anotar el punto relativo a la intimidad. ¿A qué me refiero? Al hecho que hoy, como nunca antes, es muy difícil «barrer debajo de la alfombra» y pretender que esa «mugre» quede allí sin tomar estado público. Alcanzó con que un asistente amateur, presente a la salida de la realeza española de la iglesia, filmara el altercado para que éste se tornara viral.

En este sentido, en la actualidad, me pregunto: ¿la reputación es un asunto que descansa fundamentalmente en los teclados de los internautas? No creo que sea tan así, porque lo que hacen o dejan de hacer los demás no es un asunto que se pueda controlar.
Sin embargo, lo que sí es evidente a partir de esta anécdota, es que la integridad, aquello que va del ser al parecer, es un asunto cada vez más indisociable, o en otras palabras, es muy trabajoso de separar lo que uno es y hace en casa de lo que uno es y hace fuera de ella. En el mundo de antes, en el mundo calesita, era mucho más fácil barrer debajo de la alfombra, guardar y lavar (¿enjuagar?) los trapos sucios. En el mundo rock&samba eso se ha tornado mucho más difícil, porque internet y las redes sociales (facebook – instagram – twitter, snapchat, etc) nos han puesto un micrófono y una cámara delante para que nos expresemos y nos relatemos.
Lo que antes era íntimo y se «guardaba y lavaba en casa», hoy se expone y se comparte en la gran vidriera de las redes sociales. La autora argentina Paula Sibilia aborda este tema magistralmente, al afirmar que estamos convirtiendo nuestras intimidades en espectáculo. En el Río de la Plata tenemos al gran pope en brindarle sus 15 minutos de fama a cada personaje y sus intimidades. Ese señor se llama Tinelli. ¡¡Levantemos la alfombra y repartamos la mugre por la casa… y si es en la tele mejor!!
Ahí creo que anida el gran desafío para los sujetos, para las personas: ¿qué hago con mi «mugre» (frustraciones, dolores, traumas, sueños quebrados o «apagados», proyectos truncos)? ¿La reparto y divulgo por la red? Y en caso afirmativo, con qué propósito.
Ahora, si no «muestro mi mugre» por las redes y todavía la barro debajo de la alfombra, es decir sufro, me angustio, tengo sueños postergados y proyectos sin arrancar, qué estoy esperando para «agarrar el toro por las guampas» y atender lo que me pasa, preguntarme qué tiene que ver eso con mi historia de vida y, en síntesis, comenzar a elegir diferente.
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