Del blanco y negro a los matices

En el consultorio, muchas veces el sufrimiento humano llega en forma de urgencia. El paciente que golpea la puerta con el corazón acelerado, la mirada perdida o el relato cargado de angustia suele sentir que no hay salida posible. En esos momentos, como psicólogo clínico, necesito ordenar la situación con rapidez y precisión.

Durante años aprendí que pensar en términos de blanco y negro —vida o muerte, todo o nada— puede ser útil como punto de partida, pero insuficiente para abarcar la complejidad de lo humano.

Hoy proliferan terapias de todo tipo, desde alternativas hasta coachings exprés o gurús que prometen soluciones inmediatas para cualquier malestar. Pero la experiencia clínica muestra que no todo puede abordarse de la misma manera: no es lo mismo una crisis vital que un duelo histórico, ni un desalojo que una pelea de pareja. Reconocer estas diferencias es lo que permite ordenar el sufrimiento y dar respuestas acordes a cada situación.

Lo llamo pasar del blanco y negro a los matices. Y lo explico con una lógica de “banderas” que me ayuda a priorizar. Porque en psicoterapia no todo vale para todos, y distinguir los matices puede ser lo que marque la diferencia entre agravar el sufrimiento o comenzar a transformarlo.

01. BANDERA ROJA: CUANDO ESTÁ EN JUEGO LA VIDA

El primer nivel es el más grave: el riesgo vital. Aquí hablamos de situaciones en las que la vida misma corre peligro. Un intento de suicidio, una planificación detallada para hacerse daño, un brote psicótico sin contención, una crisis de violencia extrema.

Cuando aparece la bandera roja, no hay dudas: la prioridad absoluta es cuidar la vida. Eso implica actuar con urgencia, derivar a emergencia, activar redes familiares y/o coordinar con otros profesionales. En ese momento no se trata de profundizar en traumas de la infancia ni en vínculos dañinos; lo único que importa es proteger la existencia inmediata.

02. BANDERA AMARILLA: CUANDO ESTÁN AFECTADAS LAS CONDICIONES DE EXISTENCIA

Si la vida no corre un riesgo inmediato, el siguiente nivel de gravedad lo encuentro en la afectación de las condiciones materiales de existencia. Aquí me refiero a lo que sostiene lo cotidiano: tener un techo, alimento, acceso a la salud y/o recursos económicos mínimos.

Un paciente que vive la amenaza del desalojo, que no tiene qué darle de comer a sus hijos o que no puede costear un tratamiento médico básico está en una situación crítica. Aunque no haya peligro de vida directo, su subsistencia está comprometida.

El trabajo clínico en estos casos se complementa con algo más amplio: articular apoyos sociales, redes comunitarias, estrategias de supervivencia. Mi tarea no es solo escuchar, sino también ayudar a que la persona pueda sostener lo esencial para vivir.

03. CONFLICTOS VINCULARES ACTUALES: EL DOLOR DE LO CERCANO

Si las banderas roja y amarilla nos alertan de lo vital y lo esencial, en el tercer nivel aparecen los vínculos, que no amenazan la vida ni la subsistencia, pero sí impactan en lo más íntimo de cómo nos relacionamos. Aquí el sufrimiento se juega en las relaciones: una pareja en crisis, una familia atravesada por tensiones, un trabajo hostil, una amistad rota.

No se trata de problemas que pongan en riesgo la existencia, pero sí de situaciones que generan un dolor emocional intenso y que muchas veces son el motivo inmediato de consulta.

La clínica en este punto implica trabajar la comunicación, los límites, los patrones relacionales que se repiten. Es un nivel donde lo terapéutico puede tener un impacto profundo, porque ayuda a transformar el modo en que la persona se vincula en el presente.

04. CONFLICTOS HISTÓRICOS: LAS HUELLAS DEL PASADO

Finalmente, el nivel menos urgente —pero no por eso menos importante— son los conflictos históricos. Aquí aparecen los traumas pasados, los duelos no resueltos, las heridas de la infancia, las marcas familiares que todavía pesan.

Son vivencias que no ponen en riesgo inmediato ni la vida ni la subsistencia, pero que siguen actuando en el trasfondo. Trabajarlas implica un proceso de elaboración más largo, más profundo, que abre la posibilidad de cambios estructurales en la vida psíquica.

Este es el terreno donde la psicoterapia despliega todo su potencial de transformación, cuando la urgencia ya está contenida y el paciente puede mirar hacia atrás para construir hacia adelante.

¿POR QUÉ ES IMPORTANTE ESTE ORDEN?

Porque la clínica no siempre puede abarcarlo todo al mismo tiempo. Si alguien está al borde de quitarse la vida, no tiene sentido explorar de inmediato sus vínculos de la infancia: primero hay que salvarlo. Si alguien no tiene dónde dormir ni qué comer, difícilmente pueda concentrarse en elaborar un trauma infantil.

DEL BLANCO Y NEGRO A LOS MATICES

En definitiva, no se trata de elegir entre blanco o negro, sino de aprender a ver los matices de la experiencia humana. Las banderas —roja, amarilla, los conflictos actuales e históricos— funcionan como un mapa. Nos dicen por dónde empezar y hacia dónde podemos ir.

La psicoterapia, en este marco, no es solo un espacio de escucha, sino también de orden, priorización y acompañamiento estratégico. Porque cuando el sufrimiento golpea la puerta, lo que más necesita la persona es alguien que pueda ver con claridad en medio de la confusión.


Foto destacada de Ashok J Kshetri: https://www.pexels.com/es-es/foto/bandera-roja-amarilla-y-verde-4185836/


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2 comentarios sobre “Del blanco y negro a los matices

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