El 2 de abril pasado estuve junto a la Asociación HONRAR LA VIDA, que lleva adelante su labor en el Pereira Rossell, acompañando a pacientes oncológicas allí internadas, brindándoles contención, apoyo y orientación en circunstancias existenciales tan complejas.
Durante la jornada de trabajo se pusieron en común las inquietudes actuales (cómo organizarse mejor, cómo manejar las emociones que implica la vinculación con estos pacientes, cómo continuar fortaleciendo al equipo de trabajo) y se repasó el camino recorrido desde sus orígenes hace nueve años. Los proyectos para potenciar el funcionamiento actual abarcaron la parte final del Taller.
Compartiendo con este equipo de trabajo sus vicisitudes, constaté la importancia que tiene en cualquier organización (sea éste pública, privada, con o sin fines de lucro) su cultura, su personalidad, ese modo particular de hacer las cosas.
Las integrantes de HONRAR LA VIDA están comprometidas con su causa, creen en ella, tienen claro el por qué hacen lo que hacen. Su cultura, construida desde su nacimiento hace casi una década, impregna todas sus prácticas, lo que les permite tener ese hilo conductor entre el pasado, el presente y el porvenir. No en vano, organizaciones como HONRAR LA VIDA se proyectan al futuro con entusiasmo y proyectos renovados.