El síntoma es una señal. Una forma en que el cuerpo o el ánimo nos muestran que algo no está funcionando del todo bien. A veces molesta, a veces duele, a veces se repite sin que sepamos por qué. Pero siempre dice algo. Un síntoma puede ser una ansiedad que no se calma, un insomnio persistente, un enojo desmedido, una sensación de vacío que aparece incluso en momentos “buenos”, una angustia sin causa aparente, una conducta que se repite aunque no queramos o una inhibición que paraliza.

Y aunque muchas veces lo vivamos como un problema a eliminar, el síntoma también es una oportunidad: la oportunidad de escuchar lo que todavía no pudimos decir.

NO ES FALLA, ES FORMA

En lugar de pensar al síntoma como una falla del sistema, podemos entenderlo como una forma psíquica de sostener algo que no se puede tramitar de otro modo. A veces aparece para protegernos. Para sostener un equilibrio interno que, aunque precario, nos permite seguir adelante. Por ejemplo:

• Una persona que se muestra permanentemente hiperactiva puede estar evitando enfrentarse a un duelo que no ha podido elaborar.
• Alguien que se enoja “por cualquier cosa” tal vez esté cargando una sensación de injusticia o desvalorización más profunda, que no logra expresar.
• Una inhibición sexual puede no ser un problema de deseo, sino el resultado de una historia de exigencias, vergüenza o experiencias traumáticas.

En todos los casos, el síntoma habla. Nos protege y nos muestra algo a la vez.

¿CÓMO SE TRABAJA EN TERAPIA?

En un proceso terapéutico no se trata de “quitar” el síntoma a toda costa. Se trata de entenderlo, alojarlo, conversar sobre él, hasta que pueda transformarse. Porque muchas veces, el síntoma persiste justamente porque no ha sido escuchado. Cuando el síntoma encuentra palabras, cuando deja de ser un ruido interno y empieza a tener sentido, entonces puede comenzar a soltarse.

UN ESPACIO PARA DECIR

No siempre sabemos de entrada qué nos pasa. Pero cuando podemos decirlo en voz alta, algo empieza a ordenarse. A veces no es necesario tenerlo todo claro: alcanza con tener un espacio donde hablar, sin juicios ni apuros.

Si sentís que algo te está haciendo ruido —y no sabés bien qué es—, podemos pensarlo juntos. Estoy para acompañarte.