Recientemente escuchaba una entrevista al Ministro Bonomi en Radio Sarandí, donde le preguntaban sobre cómo era recibida la presencia policial en el barrio Marconi, luego de los tristes acontecimientos de hace unas semanas. Decía el ministro que la mayor presencia policial de la fuerza del orden era recepcionada de forma ambigua: mientras unos vecinos se mostraban favorables a la renovada presencia del Estado en la zona, otros no evidenciaban su agrado para con ello.
¿Cómo pensar esto? Una aproximación al tema puede ser desde un ángulo que contemple las funciones parentales, léase paterna y materna. Mientras que la primera remite a una función de corte, de interdicción, de lo que se puede y lo que no, de lo que está y no está permitido, de acompañar el «desarrollo de las alas» para volar del nido, la segunda (la materna) refiere a la contención, al «calor», al sostén, al abrigo, al «nido calentito».
¿Y qué tiene que ver todo esto con lo sucedido en el Marconi? En términos muy generales es posible pensar la situación de este barrio, y posiblemente en menor y mayor grado la de otros barrios, como la de un niño que se ha sentido abandonado por sus padres o adultos de referencia; adultos que han fallado en sus funciones de garantizar un «nido calentito» y generar las condiciones para ir fortaleciendo «las alas» en distintos vuelos de ensayo.
El Marconi es como un niño que mira a sus adultos de referencia (el Estado) con recelo, con desconfianza. Y la Policía pasa a ser, en su función de corte y de límite, como el «padre malo» que llega a poner orden a la fuerza. Ese padre ausente que es vivido como un extraño, asimilado al autoritarismo más que a la autoridad. El límite policial es recibido como un alambre de púas más que como una banda elástica.
¿Y esto tiene «arreglo»? Cualquier manifestación humana, entre ellas las de una comunidad, ha de ser pensada en clave biológica y no mecanicista, de modo que más que arreglo lo que hay por delante es una tarea artesanal, de parte tanto de las instituciones Estatales como no gubernamentales, de tejido y surcido constante y sin fin en procura que el nido se vuelva a tornar en agradable y hogareño, al tiempo que se den las condiciones para que las alas de los jóvenes se fortalezcan, en ámbitos donde derechos y obligaciones estén en equilibrio.