Hay dolores que no desaparecen con el tiempo. Por el contrario, se enquistan, se repiten, encuentran otros caminos para hacerse sentir. Muchas veces pensamos que si callamos, si evitamos, si no nombramos, el sufrimiento quedará atrás. La experiencia muestra lo contrario: lo que no se piensa, insiste.
EL DOLOR DE PENSAR
Pensar duele. No porque el pensamiento en sí mismo sea dañino, sino porque obliga a confrontar con lo que incomoda. Pensar es abrir la puerta a recuerdos, emociones, frustraciones o pérdidas que preferiríamos dejar en silencio. Por eso muchas veces evitamos hacerlo: nos distraemos, nos refugiamos en la urgencia, buscamos no detenernos.
Sin embargo, ese mismo dolor de pensar es el inicio de un camino distinto. Permite elaborar lo vivido, resignificarlo, encontrar un sentido. El pensamiento es la herramienta que tenemos para transformar el sufrimiento en algo más que pura repetición.
EL RIESGO DE CALLAR
Callar o fugarse del dolor no lo elimina: lo posterga y lo transforma. El cuerpo y la mente encuentran otras formas de expresar lo no dicho. Así aparecen síntomas como la angustia, el insomnio, dolores físicos sin explicación médica clara o la repetición de vínculos y situaciones que parecen calcadas del pasado.
El silencio puede dar una calma aparente, pero el precio es alto: el sufrimiento regresa por otro lado, con más fuerza y menos control.
EL PENSAMIENTO COMO VÍA DE TRANSFORMACIÓN
Lejos de ser el enemigo, el pensamiento es la vía más humana para procesar lo que duele. Poner en palabras, hablar, elaborar psíquicamente: estos son los caminos que nos permiten transformar la experiencia y darle un nuevo sentido.
No se trata de “dar vueltas” obsesivas, sino de pensar con dirección: un trabajo psíquico que conecta emociones, historia y deseo. Acompañado por una escucha atenta (de un terapeuta, un analista, incluso de un interlocutor disponible), el pensamiento abre paso a lo nuevo.
Pensar duele, sí. Pero callar enferma. Cuando nos animamos a recorrer el dolor con palabras, dejamos de ser rehenes del síntoma. El sufrimiento, en lugar de repetirse ciegamente, puede transformarse en experiencia, en aprendizaje, en un nuevo comienzo. El pensamiento no es el enemigo: es la vía que nos permite dejar de repetir el dolor y empezar a transformarlo en vida.
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Estimado Agustín, no sé si te conté que hace 6 años me mudé para El Pinar y ahora estoy en Asse, estoy en lista de espera hace meses por diferentes consultas, hace 4 meses esperaba por psiquiatra y ahora me avisan que tengo para diciembre y cuando pedía para psicólogo me avisaron que por 2 o 3 años no tendré suerte. Por eso me pareció importante decirte que cada artículo que escribes me ayuda mucho, siento como si estuviéramos conversando juntos, por eso te doy las gracias. Acá en la cooperativa se sorprenden cuando digo que soy jubilada por incapacidad total y física, porque no me rindo, aprendí a vivir con el dolor 24/7 y no me rindo, el invierno no es mi amigo ya que siento muchos empujes por mis patologías pero como te digo, no me rindo. Cada artículo tuyo refleja algo de lo que me pasa, de lo que siento y tus palabras me dan fuerza para seguir adelante. Nuevamente Gracias, sigue adelante, abrazo de luz, Elizabeth ________________________________
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Querida Elizabeth,
Gracias por compartir tu vivencia con tanta honestidad y fortaleza. Lo que contás refleja con mucha claridad lo difícil que puede ser atravesar el dolor cuando el sistema de salud no ofrece respuestas a tiempo.
Me conmueve que encuentres en estos artículos una compañía, una especie de conversación a la distancia. Ese es, justamente, uno de los sentidos de escribir: tender un puente, aunque sea breve, hacia quienes están del otro lado de la pantalla.
Tu actitud de no rendirte, de seguir buscando modos de vivir con lo que duele, es profundamente inspiradora. Te agradezco de corazón tus palabras y la confianza de dejar tu testimonio acá.
Un gran abrazo,
Agustín
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