Es común pensar que la ansiedad es algo malo que hay que eliminar. Pero en realidad, es una señal: algo dentro de nosotros pide ser escuchado.
A veces aparece como una inquietud constante, dificultad para relajarse, insomnio, miedo sin motivo claro o sensación de que “algo malo va a pasar”. Otras veces, se expresa con síntomas físicos: presión en el pecho, dificultad para respirar, temblores, palpitaciones, mareos. Incluso cuando no hay una amenaza real, el cuerpo y la mente entran en estado de alerta.
En lugar de luchar contra la ansiedad, el trabajo psicoterapéutico propone comprenderla, preguntándonos:
— ¿Qué está tratando de decirme esto que me incomoda tanto?
— ¿Qué historia hay detrás de esta sensación?
— ¿Qué necesita atención en mi vida que aún no he podido mirar?
La terapia no busca “quitar” la ansiedad como si fuera un enemigo, sino integrarla como una brújula que nos señala zonas no resueltas, necesidades insatisfechas o conflictos internos.
Escuchar esa señal —con respeto y sin juicio— puede ser el primer paso para transformarla.