El liderazgo —y también el vínculo terapéutico— tiene algo de jardinería. No se trata de controlar el crecimiento, sino de cuidar las condiciones para que ocurra. Preparar la tierra, regar, acompañar los ciclos y confiar en los procesos naturales de cambio.
Clave: cultivar ciclos más que imponer resultados.
Aplicación clínica: esta metáfora invita a reconocer que el crecimiento personal no depende solo de la voluntad, sino de contar con un entorno que nutre, habilita y acompaña. También enseña paciencia: hay procesos que florecen cuando el tiempo está maduro.
Aplicación organizacional: propone un liderazgo que habilita, cuida y acompaña. Que entiende que los equipos crecen en ambientes fértiles, donde hay claridad, confianza y espacio para el aprendizaje. Liderar como un jardinero es cultivar culturas que florecen.
Cuidar no es acelerar, es acompañar. Liderar como un jardinero es confiar en los ciclos de la vida: sembrar, nutrir y dejar crecer.